Lucas 23:41-43 “Nosotros, a la
verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo
a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que
hoy estarás conmigo en el paraíso.”
Hasta en los últimos momentos de nuestra vida,
o cuando quizás hemos pensado que ya no hay salida, siempre está el Señor
Jesucristo a nuestro lado esperando que lo reconozcamos como el Único Señor y
Salvador personal. Aquí los dos condenados nos ilustran las dos actitudes que
podemos tomar en el momento que nos enfrentamos a situaciones
difíciles donde
ya sobreviene castigo o quizás la muerte misma.
Uno de
los condenados decidió reconocer su maldad, aceptando que todo lo que estaba
padeciendo era por sus malos actos y decisiones, pero que en nada tenía porque
ofender o blasfemar de Dios por su condición, como lo hizo el otro compañero
suyo quien en cambio solo ofendía al Señor Jesús mientras padecía en la cruz
del calvario por todos nosotros incluso hasta por el pecado de este malhechor.
Antes de
conocer del amor y del perdón del Padre, todas las situaciones que sobrevienen
a nosotros son resultado de malos actos, malas decisiones o de correctivos que
nunca tomamos, entonces los resultados de esta mala manera de vivir algún día
nos colocan también en una cruz, quedamos ahí clavados, al parecer no tenemos opción
solo morir, y por ello la frustración nos lleva en ocasiones a olvidarnos que
tenemos un Padre en los cielos que le podemos clamar y a su hijo Jesucristo que
nos libra de todo pecado.
Muchos
en algún momento, hemos actuado como este malhechor que neciamente maldecía al
Señor Jesús, gritándole que si era el verdadero hijo de Dios que se salvara y
de paso los salvara a ellos, este pobre hombre no buscaba la justicia de Dios,
ni mucho menos la redención de su pecado, tampoco quiso reconocer que su situación
era resultado de sus malas acciones, y tomo una mala actitud al revelarse
contra el único que le podía dar paz, el único que lo podía hacer descansar,
que lo podía perdonar y salvar. En ocasiones no buscamos a Dios para decirle
Señor reconozco que yo soy el responsable de esto, perdóname y clamo tu
misericordia y piedad sobre mí, sino que entramos en una discusión frontal
contra el Señor Jesucristo.
Es
momento que tomemos la actitud del otro pecador, que reconociendo su castigo
dio muestra de su verdadero arrepentimiento y luego clamándole al Señor Jesús se
recordara de el cuándo viniese en el poder de su reino, ahí mismo el redentor
de todo pecado, el cordero que estaba ya en la cruz, le hace le asegura que ya
fue concedido entrar al paraíso juntamente con El. Aceptemos nuestra condición de
humanos frágiles, imperfectos, llenos de malos hábitos, pecadores y hallaremos
misericordia y piedad de Dios, el Señor Jesucristo, perdonara tus pecados, y te
dará entrada al paraíso, no esperes a estar en el lecho de muerte para tener
una mejor vida y que seas llamado hijo de Dios.
Oremos “Dios y
Padre, hoy acepto que he hecho mal, me arrepiento de todos mis pecados y te
pido que me perdones, abro mi corazón y te suplico Señor Jesús que entres y
seas mi Único Señor y Salvador personal, haz de mi como sea tu voluntad, recibo
el perdón de mis pecados y el amor de Jesús, escribe mi nombre en el libro de
la vida, gracias Dios en el nombre de Jesús de Nazaret, Amen”.
Dios te
bendiga.
William González Velasco.
M.P.N.
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