lunes, 6 de febrero de 2012

Hoy Estarás Conmigo En El Paraíso.


Lucas 23:41-43 “Nosotros, a la verdad,  justamente padecemos,  porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.  Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.  Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Hasta en los últimos momentos de nuestra vida, o cuando quizás hemos pensado que ya no hay salida, siempre está el Señor Jesucristo a nuestro lado esperando que lo reconozcamos como el Único Señor y Salvador personal. Aquí los dos condenados nos ilustran las dos actitudes que podemos tomar en el momento que nos enfrentamos a situaciones
difíciles donde ya sobreviene castigo o quizás la muerte misma.

Uno de los condenados decidió reconocer su maldad, aceptando que todo lo que estaba padeciendo era por sus malos actos y decisiones, pero que en nada tenía porque ofender o blasfemar de Dios por su condición, como lo hizo el otro compañero suyo quien en cambio solo ofendía al Señor Jesús mientras padecía en la cruz del calvario por todos nosotros incluso hasta por el pecado de este malhechor.

Antes de conocer del amor y del perdón del Padre, todas las situaciones que sobrevienen a nosotros son resultado de malos actos, malas decisiones o de correctivos que nunca tomamos, entonces los resultados de esta mala manera de vivir algún día nos colocan también en una cruz, quedamos ahí clavados, al parecer no tenemos opción solo morir, y por ello la frustración nos lleva en ocasiones a olvidarnos que tenemos un Padre en los cielos que le podemos clamar y a su hijo Jesucristo que nos libra de todo pecado.

Muchos en algún momento, hemos actuado como este malhechor que neciamente maldecía al Señor Jesús, gritándole que si era el verdadero hijo de Dios que se salvara y de paso los salvara a ellos, este pobre hombre no buscaba la justicia de Dios, ni mucho menos la redención de su pecado, tampoco quiso reconocer que su situación era resultado de sus malas acciones, y tomo una mala actitud al revelarse contra el único que le podía dar paz, el único que lo podía hacer descansar, que lo podía perdonar y salvar. En ocasiones no buscamos a Dios para decirle Señor reconozco que yo soy el responsable de esto, perdóname y clamo tu misericordia y piedad sobre mí, sino que entramos en una discusión frontal contra el Señor Jesucristo.

Es momento que tomemos la actitud del otro pecador, que reconociendo su castigo dio muestra de su verdadero arrepentimiento y luego clamándole al Señor Jesús se recordara de el cuándo viniese en el poder de su reino, ahí mismo el redentor de todo pecado, el cordero que estaba ya en la cruz, le hace le asegura que ya fue concedido entrar al paraíso juntamente con El. Aceptemos nuestra condición de humanos frágiles, imperfectos, llenos de malos hábitos, pecadores y hallaremos misericordia y piedad de Dios, el Señor Jesucristo, perdonara tus pecados, y te dará entrada al paraíso, no esperes a estar en el lecho de muerte para tener una mejor vida y que seas llamado hijo de Dios.

Oremos “Dios y Padre, hoy acepto que he hecho mal, me arrepiento de todos mis pecados y te pido que me perdones, abro mi corazón y te suplico Señor Jesús que entres y seas mi Único Señor y Salvador personal, haz de mi como sea tu voluntad, recibo el perdón de mis pecados y el amor de Jesús, escribe mi nombre en el libro de la vida, gracias Dios en el nombre de Jesús de Nazaret, Amen”.

Dios te bendiga.

William González Velasco.
M.P.N.

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