miércoles, 13 de julio de 2011

¿Por Qué Me Has Desamparado?.

Marcos 15:34 “Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Jesucristo, aquel que no conoció el pecado, por todos nosotros se entrego como el cordero para salvación nuestra, en medio de tanto dolor, de tanta humillación, clamo al Padre por que se sintió desamparado, pero realmente ¿Dios Padre le había desamparado?. David casi mil años antes describió exactamente los hechos de la majestuosa obra de la salvación ocurrida en la cruz del calvario, el Salmo 22 o Salmo de la cruz empieza también con estas mismas palabras “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” es el clamor de Jesús un momento impactante, se sintió sin el amparo de su Padre, sintió dolor en su espíritu...


Entendamos por medio también de David la experiencia del sentimiento cuando hemos cometido pecado, el Salmo 51:11-12 “No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.”, el pecado te hace sentir triste, solo, pero también se experimenta el vacio del Espíritu Santo, te sientes sin gozo, no puedes sentir la presencia de Dios, por que El ama al pecador pero aborrece el pecado, así mismo debió sentir Jesús, imagínate cargando con todas las culpas de una humanidad que no tenia arrepentimiento sincero, y si esto fuese poco cargando con la maldad de incluso nosotros los de este siglo.

En el libro de Isaías 53:4-5”Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”, esta profecía nos muestra a Jesús, el Cristo nuestro intercesor, aquel que asumió nuestras culpas, rebeliones, enfermedades, para que fuésemos salvos y sanados.

Hoy quiero que pensemos en los momentos donde hemos experimentado que Dios no está con nosotros, entonces preguntemos, porque no tengo el gozo del Señor, debo estar en pecado, me he apartado de Él. Cristo sintió tanto el desamparo de su Padre porque en si mismo materializo el pecado, entonces como salvador de nosotros, por convertirse en el hombre que cargaba todo lo malo, clamo al Padre para que le ayudase, con tantas cargas, tanto dolor, así es como nos sentimos cuando estamos en situaciones difíciles, y pensamos que es Dios quien se aparto de nosotros, pero somos nosotros quienes hemos tomado otro camino nos dejamos quitar el gozo de la salvación, sentimos que el Espíritu Santo ya no está con nosotros.

Debemos comprender que Dios Padre, sintió más dolor que Jesucristo, era su hijo quien yacía en la cruz, era su sangre la que se derramaba por las heridas de los azotes y latigazos que recibió, entonces imagínate cuando nosotros incrédulos, no confiamos que nuestro Padre nos sacara de cualquier situación difícil, que aunque hayamos cometido pecados innumerables, indescriptibles, siempre está ahí para perdonarnos, pero nosotros no clamamos su misericordia, nuestro Padre sufre, porque sus hijos no confían en El, no le buscan, se apartan de su presencia.

Cristo nos enseño que cuando estamos en nuestra cruz, que el pecado y la enfermedad nos abate, nos llena de dolor, clamemos al Padre, El nos escuchara, no importan que tan grandes o cuantos pecados y enfermedades tu tengas, busca al Padre pídele su amparo, recuerda tú has sido redimido por Jesús, dice el libro de 2da Corintios 5:21 ”Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” eres contado por justo delante de los ojos de Dios.

Toma la determinación de estar en medio de la presencia de Dios, bajo el amparo del Padre Dios, con un arrepentimiento genuino y con la obediencia que sella el verdadero compromiso de ser hijo de Dios, como lo enseño Jesús, acepto hasta el final la voluntad del Padre, dice el libro de Hebreos 5:7-9 “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;”. Entonces no solo basta con clamarle, sino también agradarlo con nuestra obediencia.

“Amado Padre, hoy quiero acercarme a ti, te pido perdón por todos mis pecados, límpiame con tu sangre preciosa Señor Jesús, entra en mi corazón, para que me gobiernes, para que hagas de mi una nueva persona según tu voluntad, recibo tu perdón, y el gozo de la salvación, gracias Abba Padre, en el Nombre de Jesús, Amen”

Dios te bendiga y que permanezcas bajo el amparo del Todopoderoso.


William González Velasco.
M.P.N.

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